En 1775, poco después de su coronación, Luis XVI visitó el Liceo Louis-le-Grand. Los profesores designaron al mejor alumno para que le ofreciera un discurso laudatorio en Latín. El elegido fue un joven de 17 años nacido en Arras, huérfano de madre desde los ocho años y de padre desde los diez, taciturno y de constitución enfermiza, introvertido y serio, como no podía ser de otra manera en quien había ejercido como cabeza de familia desde una temprana edad, pero brillante: gracias a ello había conseguido una beca del obispado de su localidad para proseguir sus estudios. Su nombre era Maximiliano Mario Robespierre.
Sin embargo, lo que debería haber sido una ocasión memorable para Robespierre se convirtió en un día para olvidar. Debido a la llovizna que caía desde primeras horas de la mañana el rey no descendió de su carruaje, lo que obligó al joven estudiante a leer su discurso ante el vehículo, de rodillas sobre el barro y con el rey visiblemente aburrido y sin dar signos de prestarle atención. De vuelta a su habitación, Robespierre lloró amargamente, recordando cómo el rey no se había dignado a mirarlo.
Diecisiete años después Robespierre volvió a encontrarse con Luis XVI, pero las tornas habían cambiado. Luis de Borbón ya no era rey tras haber sido depuesto y puesto bajo custodia del nuevo régimen republicano que gobernaba Francia. Y el joven estudiante de Arras era una de las figuras más significativas de ese nuevo régimen. El 3 de diciembre de 1792 volvió a dar un discurso ante el, ahora, ciudadano Luis de Borbón. Pero en esta ocasión, lejos de laudar su figura y reinado, tomó la palabra ante la Convención Nacional francesa para pedir la pena de muerte para el destronado monarca.
No hay aquí ningún proceso. Luis no es un acusado. Vosotros no sois jueces. No podéis ser más que hombres de Estado y representantes de la nación. No tenéis que ofrecer una sentencia a favor o en contra de un hombre, sino que debéis tomar una medida de salud pública, un acto de providencia nacional.
La Convención juzga a Luis XVI, vestido con una casaca azul,
el 26 de diciembre de 1792
Luis fue rey en el pasado, pero hoy la República está ya constituida. La cuestión fundamental que nos ocupa está resumida en estas palabras: Luis ha sido destronado por sus crímenes, porque acusó al pueblo francés de rebelde y llamó para castigarlo a los ejércitos de los tiranos compañeros suyos. La victoria y el pueblo han decidido que él sea el único rebelde. Luis no tiene que ser juzgado, está ya condenado.
Todas las hordas feroces del absolutismo se disponen de nuevo a atacar el seno de nuestra patria en nombre de Luis XVI. Luis combate todavía contra el pueblo desde el fondo de su calabozo. Personalmente aborrezco la pena de muerte prevista por las leyes, y no tengo por Luis ni amor ni odio. Pero pronuncio esta sentencia fatal: Luis debe morir porque es necesario para que la patria viva segura. Pido a la Convención Nacional que lo declare desde este momento traidor a la nación francesa y criminal contra la humanidad.
- ¿Qué era la Convención Nacional?
- ¿Por qué estaba siendo juzgado el rey Luis XVI por la Convención Nacional?
- ¿A qué grupo político pertenecía Robespierre y qué intereses defendía?
- ¿Cuáles son los argumentos de Robespierre para defender la pena de muerte de Luis XVI?
- En el discurso de Robespierre se menciona claramente la invasión de Francia por parte de los reyes absolutistas de Europa. ¿Con qué palabras? ¿Por qué se entrometieron estos reyes en los asuntos de Francia?
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